Desde que llegas a la terraza de Sa Punta, sabes que estás en un lugar especial. La vista sobre la bahía al atardecer es pura magia. Empezamos con unas patatas bravas que, para mi sorpresa, fueron de las mejores que he probado. Luego pedimos cavatelli al dente, súper sabrosos, y dorada fresca como plato principal. El servicio fue impecable, y Yan nos trató con una atención cálida y profesional. Todo en el local está cuidado al detalle: la iluminación, los platos, la decoración... Eso sí, por el precio (EU 30-50), me habría gustado un poco más de riesgo culinario. Es todo muy correcto, pero le falta algo de sorpresa. Aun así, es un sitio ideal para una velada especial, aunque hay que ir con la cartera preparada.